Título original: 12 years a slave
Año: 2013
País: Reino Unido & Estados Unidos
Dirección: Steve McQueen
Guión: John Ridley, basado en una novela de Solomon Northup
Producción: Dede Gardner, Anthony Katagas, Jeremy Kleiner, Steve McQueen, Arnon Milchan, Brad Pitt & Bill Pohlad
Fotografía: Sean Bobbitt
Música: Hans Zimmer
Montaje: Joe Walker
Diseño de producción: Adam Stockhausen
Dirección artística: David Stein
Decorados: Alice Baker
Vestuario: Patricia Norris
Reparto: Chiwetel Ejiofor, Dwight Henry, Dickie Gravois, Bryan Batt, Ashley Dyke, Kelsey Scott, Quvenzhané Wallis, Cameron Zeigler, Tony Bentley, Scoot MnCairy, Taran Killam, Christpher Berry, Bill Camp, Mister Mackey Jr, Chirs Chalk, Craig Tate, Adepero Oduye, Storm Reid, Tom Proctor, Marc Macaulay, Vivian Fleming-Alvarez, Michael K. Williams, Douglas M. Griffin, John McConnell, Marcus Lyle Brown, Richard Holden, Rob Steinberg, Paul Giamatti, Anwan Glover, Benedict Cumberbatch, James C. Victor, Liza J. Bennett, Nicole Collins, J.D. Evermore, Paul Dano, Michael Fassbender, Sarah Paulson, Lupita Nyong'o, Andy Dylan, Deneen Tyler, Mustafa Harris, Gregory Bright, Austin Purnell, Thomas Francis Murphy, Andre De'Sean Shanks, Kelvin Harrison, Scott Michael Jefferson, Alfre Woodard, Isaiah Jackson, Garret Dillahunt, Topsy Chapman, Devin Maurice Evans, Brad Pitt, Jay Huguley, Devyn A. Tyler, Willo Jean-Baptiste…
un episodio más de la infame historia humana
En el cine, como en cualquier otra forma de expresión artística, se repiten ciertos ciclos a través de los que se renuevan temas y géneros. Da la impresión de que, después de Criadas y señoras (The help, 2011, Tate Taylor) y Django desencadenado (Django unchained, 2012, Quentin Tarantino) —dos obras sobre racismo y esclavitud en diferentes épocas realizadas por cineastas caucásicos—, algunos cineastas de color (que no afroamericanos porque no es exacamente el caso) han decidido dar la réplica con El mayordomo (The butler, 2013, Lee Daniels) y 12 años de esclavitud (12 years a slave, 2013, Steve McQueen) —dos obras sobre racismo y esclavitud que se corresponden con las anteriores en tema y época— en lo que sería una mirada en primera persona, menos afectada, y desde luego mucho más profunda, de la que nos transmitiera en su momento Spike Lee.
Mientras Daniels nos ofrecía una obra un tanto almibarada, pero que planteba puntos de vista interesantes, McQueen deja de lado cualquier tipo de artificio para mostrarnos un relato tan estremecedor como contemporáneo. Esa indeleble frontera entre libertad y esclavitud que muestra en su película, no es mucho más robusta que la que pueden quedar abocados hoy en día muchos ciudadanos y ciudadanas que, escapando de los infiernos sociales y económicos de sus países, terminan atrapados en distintas redes de tráfico de personascunado sólo tratan de alcanzar una forma de vida mejor.
En consonancia con las películas anteriores del director británico, 12 años de esclavitud está inundada de una sobrecogedora belleza visual, que contrasta con el dolor seco y áspero de un relato que nos destroza emocionalmente. Haciendo de la sobriedad narrativa su principal seña de identidad, estamos ante un relato que está planteado como un drama, pero articulado como si se tratara de una auténtica historia de terror.
Alejado de la visión melodramática de otros cineastas —como podría ser Steven Spielberg, que siempre ha estado muy solidarizado con la causa negra— que tienden a recurrir a un sensacionalismo básico y primario, casi tan primitivo como los estadounidneses de la época, mostrando sólo el sufrimiento físico, McQueen coloca su cámara en el ángulo más doloroso para el espectador, alejado de latigazos y torturas, para transmitirnos el dolor psicológico que consume realmente a su protagonista. Aunque hayamos visto otras películas que muestran sucesos similares, pocas habían conseguido realmente transmitir la pasmosa brutalidad de otro, de uno más, de los infames episodios de la historia universal —como diría Jorge Luis Borges—, y de la estadounidense en particular.
Es difícil destacar a uno de los miembros del reparto por encima de los demás, porque si Chiwetel Ejiofor sostiene con extraordinaria fuerza la columna vertebral de la película, ayudado en gran medida por Lupita Nyong'o, las aportaciones más o menos esporádicas de Michael Fassbender, Sarah Paulson, Paul Dano, Benedict Cumberbatch y Paul Giamatti, consiguen revolver las entrañas de cualquiera. Uno de los grandes aciertos de todos estos personajes es que no se trata de aproximaciones contemporáneas, como la gran mayoría de películas que han tratado el tema, sino que verdaderamente nos sitúa en el lado más oscuro de una sociedad despreciable y decadente, que cuanto más torturaba a los afroamericanos, más se degradaba a sí misma.